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¿Quién le persuade?

30 de Mayo 2016
German Retana

Es difícil ejercer liderazgo o influenciar a otros sin ser entendidos. No obstante, antes que pretender ser entendidos, sería crucial aprender a entender. A veces la gente no desea siquiera escuchar a su jefe o a otras personas, y podría decirse que se debe, en parte, a que la actitud intransigente de quien no permite ser persuadido lo encierra en sí mismo, lo aísla y, generalmente, termina mal.

El escritor Al Pittampalli señala que ser “persuadible” es una cualidad muy valorada en los líderes que poseen la habilidad de cambiar modos propios de pensar ante nueva evidencia, pues con ello abren la mente a mejores perspectivas. Parece más sencillo decirlo que practicarlo, implica renunciar a la certeza absoluta, descartar la idea de que las creencias son permanentes y aceptar que existe la posibilidad de estar equivocados, aun en las posiciones más tradicionales.

Declararse “persuadible” es, incluso, ser generador de debates que desafíen sus propias ideas para mejorarlas. La inteligencia de quien así piensa lo lleva a reconocer que no es poseedor del monopolio de la verdad; siempre se puede precisar más lo que se cree veraz, consecuentemente, la intransigencia, la inflexibilidad o la falsa ilusión de que “solo lo que yo digo es la verdad”, no caben. Adoptar esta filosofía de vida atrae nuevas ideas, acelera el crecimiento de las organizaciones, propicia ambientes laborales con mayor sentido de pertenencia, asegura la mejora sostenible y permite reaccionar oportunamente ante ideas equivocadas o incompletas.

¿Es fácil? No, de ninguna manera. Cuando se detenta mucho poder, no siempre se acepta ayuda; esta se puede interpretar como debilidad. Hay que luchar contra el estereotipo de que cambiar de criterio es flojera. Sobre la necesidad de hacerlo, Zig Ziglar asegura que: “La herramienta de persuasión más poderosa en tu arsenal es tu integridad”.

Pittampalli expone que es de sabios considerar argumentos totalmente contrarios a los propios, actualizar periódicamente las creencias, aniquilar incluso las ideas más queridas, si fuera necesario, y tomar en serio las perspectivas de otros; claro, sin ser exageradamente persuasible. Estas manifestaciones de humildad abren puertas y son atractivas para las personas talentosas, que desean sumarse al éxito de quienes se declaran abiertos a ideas frescas o diferentes. “El arte de escuchar te hace especial, pues casi nadie lo hace”, refuerza Ernest Hemingway.

¿Qué le impide a alguien abrirse a ser persuadido? El ego siempre causa estragos porque antepone la vanidad, a la arrogancia y al miedo para no reconocer que no se tienen todas las respuestas; la exagerada presión social del equipo al que se pertenece puede boicotear la intención de escuchar argumentos totalmente opuestos. Finalmente, el conformismo con lo existente conduce hacia la zona de comodidad. El miedo no solo aleja a las personas entre sí, sino también a las ideas; por eso aún existen gobiernos dictatoriales incapaces de entender a Platón, quien afirma que “La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza.”

Si usted está rodeado de personas que temen escucharlo para no arriesgarse a ser persuadidas, que se aplauden a sí mismas para convencerse aún más de sus versiones acerca de la realidad y que menosprecian compartir el manantial de la sabiduría, entonces, posiblemente, es usted quien necesita persuadirse a sí mismo de evaluar si todavía está en el lugar correcto.

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Motivación

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