Profesor Emérito de INCAE Business School. Fue miembro de la Facultad del INCAE desde 1981 en donde enseñó en los programas de maestría y de desarrollo gerencial en las áreas de liderazgo, planeamiento estratégico y cambio organizacional.
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Jefe: ¡Enséñeme a ganar!
03 de Noviembre 2017
En el deporte y en la empresa, lo que más aprecian los miembros de un equipo es que sus directores los lleven a la cumbre, a lograr los objetivos, a convertirse en una organización con alma ganadora. Todo líder desea lo mismo; entonces, ¿por qué a algunos les cuesta alcanzar ese nivel y otros jamás trascienden?, ¿qué hacen los que sí impactan positivamente a sus jugadores o colaboradores?
Ambiente lúdico: “Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear posibilidades para su producción o creación”, señala Paulo Freire. Si la atmósfera en el equipo es agradable, el aprendizaje es más profundo y rápido por la receptividad de los aprendices. Es difícil que haya avances e innovación en un ambiente tenso, en el que prevalecen la actitud defensiva y la excesiva precaución ante eventuales errores. Los líderes saben que la determinación para mejorar requiere del deseo genuino de hacerlo y no de una tensa e insostenible obligación.
Relación y credibilidad mutua: Las lecciones más perdurables se reciben de personas admiradas y respetadas. Por lo tanto, la calidad técnica y el prestigio moral del jefe han de estar en equilibrio. El profesionalismo y la capacidad de trabajo de los miembros del equipo deben ser evidentes, para que los requerimientos y los retos del líder sean aceptados con comprensión. Mientras persista el respeto en ambos sentidos, el proceso de aprendizaje mantiene su ritmo y su rumbo.
Dosificación: Es natural que el jefe quiera ver perfección y resultados a corto plazo; pero si no dosifica su enseñanza terminará abrumando y enredando a sus colaboradores. Los conocimientos que se desean inculcar requieren sabiduría al momento de trasladarlos al equipo. Si los miembros de la organización tienen la oportunidad de preguntar y de practicarlos poco a poco, entonces el aprendizaje será acelerado y sostenible. Al respecto, Platón advierte: “El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra.” Hacer, reflexionar sobre lo actuado, aprender lecciones de esa combinación y aplicarlas, sistematizadamente, son cuatro pasos que constituyen una inacabable espiral de aprendizaje.
Medición de doble vía: Tanto el enseñar como el aprender se maximizan cuando hay medición y corrección del jefe hacia el equipo y de este hacia el jefe. ¿Cómo evalúan su trabajo quienes dirigen equipos, si no aceptan con humildad la evaluación y los consejos de sus colaboradores? Mientras el maestro se mantenga aprendiendo sus discípulos seguirán creciendo. ¿Cómo motivarse mutuamente a superarse? Confrontándose con datos acerca de su rendimiento; pocas acciones desafían más a las personas que la medición y el deseo de superar números propios.
Desaprender: “Desde que mi jefe empezó a cambiar, todos aprendemos más”, aportan muchos miembros de equipos con rendimientos crecientes. Persistir en los mismos errores del pasado o en las prácticas que afectan las relaciones, debido al poco tacto, aniquila la voluntad para recibir orientación. El escritor Alvin Toffler lo expone así: “Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino los que no puedan aprender, desaprender y reaprender.”
El éxito de una organización es proporcional a su habilidad para reinventarse cada vez que sea necesario. Los líderes que más conducen a sus equipos hacia la cumbre son aquellos que inspiran, que tocan el alma de sus dirigidos, que enseñan más para la vida que para el día siguiente; aquellos que, con su ejemplo, desatan la pasión y descubren el modo de ganar. ¿Es usted uno de ellos?