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Las 8 enseñanzas de un santo para liderar negocios

17 de Noviembre 2017
Executive Education INCAE
 

San Ignacio de Loyola fue un adelantado en el mundo del liderazgo. Casi cuatro siglos antes de que alguien recibiera el primer título de MBA, el fundador de la Compañía de Jesús supo liderar una organización que, vista ahora, tiene enormes paralelismos con una multinacional. 

Así lo escribe en Financial Times Paul Almeida, decano y presidente de William R. Berkley en McDonough School of Business, Georgetown University, en Washington DC.

El artículo, titulado “Por qué un santo del siglo XVI es un modelo de gestión moderna”, describe los ejemplos que este militar y religioso nacido en el Reino de Castilla en 1491, a las puertas de la Contrarreforma.

El fundador de la orden jesuita, sin pensar jamás en negocios, logró impulsar una organización que cinco siglos después mantiene un fuerte sentido de comunidad y compromiso de sus miembros alrededor del mundo. ¿Qué lo hizo tan exitoso?  Acá una enumeración extraída del artículo de Almeida.

Dar el ejemplo

Íñigo, como se llamó en su origen vasco antes de su faceta religiosa, provenía de un ambiente de riqueza e hizo un severo voto de pobreza que permitió a otros seguidores creer en el proyecto y comprometerse igual. Además, siempre se mantuvo en contacto directo con todos los niveles de la organización. Nadie desde arriba percibe los problemas de base.

Gobierno compartido

Aunque es claramente el líder de la organización, nunca trabajó solo. Desde el origen de la idea, en las peregrinaciones, en la ordenación en Roma y en la predicación… siempre fue líder de un equipo que también tomaba decisiones. Supo delegar responsabilidades en tiempos en que la moda era actuar de manera jerárquica, en parte porque supo cultivar confianza en su entorno.

Inspirar

Más que articular una visión de la organización y tomar acciones con la idea de que los demás lo siguieran por obediencia, su virtud estuvo en inspirar a otros a participar con iniciativa propia dentro de un marco de visión común.

Coraje

Salió de los cuerpos militares del Reino de Castilla, se fue a Jerusalén por su cuenta, enfrentó al “establishment” jerárquico de la Iglesia Católica y se hizo someter a un juicio en Roma para probar no ser un fugitivo de la Inquisición. Sin valentía, no hay liderazgo posible.  

Creó sentimiento de comunidad

En tiempos en que la comunicación se basaba en escrituras y en que solo pocos sabían leer, la comunicación requería artes mayores si el objetivo era crear un sentimiento de comunidad. Tanta que, al momento de la muerte del religioso, los líderes jesuitas en distintos lugares del mundo estaban en sintonía con la sede central en Roma. Había logrado crear una comunidad global de valores y metas compartidas.

Sistematizó la experiencia

Los procesos de la organización eran la clave en su registro empírico y eso ya era positivo, pero Ignacio de Loyola tuvo el tino de explicarlos en detalle en las Constituciones de los jesuitas, de manera tal que para el futuro quedaría claro como iba a funcionar la Compañía de Jesús. Dejó escritas reglas del seminario, funciones de los jerarcas, métodos de capacitación y la filosofía de flexibilidad para que los seguidores hicieran su vida de manera flexible.

Alentó al conocimiento interno

El espacio para la reflexión y la meditación era una de las prioridades de la filosofía impulsada por San Ignacio de Loyola. Era la manera de profundizar en el conocimiento propio, un ejercicio de enorme valor en tiempos de negocios modernos que exigen una comprensión completa de las fortalezas internas y las falencias de los equipos y los individuos.


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