Las cosas hechas a medias terminan mal. No prestar debida atención a las personas, a los compromisos y a los asuntos relevantes, es condenarse a resultados tambaleantes. Bien decía Confucio: “Si una persona sabia comete una conducta displicente, no inspirará respeto; si se limita a estudiar, sus conocimientos no serán profundos. Debe ser sincera, fiel y actuar de buena fe”. La organización que renuncia a la displicencia sabe que se enrumba a la excelencia; pero, ¿qué debe eliminar de su cultura para emprender esta travesía?