Donde dormir es un desperdicio… | INCAE
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Donde dormir es un desperdicio…

14 de Diciembre 2015
German Retana

New York. Diversidad, tolerancia y respeto por un lado; diversión, cultura y grandeza por otro. En ese panorama, renacimiento y tenacidad se amalgaman para darle una identidad muy propia a una ciudad cuyas enseñanzas bien podrían calar en la cultura de empresas y países.

El monumento en memoria de los 3.000 fallecidos en el trágico 9/11 agrupa sus nombres, según su cercanía laboral y afinidades. Las cataratas silenciosas que caen sobre dos pozos insondables ubicados exactamente en el área donde estuvieron las torres gemelas, simbolizan la pérdida sin olvido, el renacimiento, la reflexión y el compromiso de no detenerse jamás en el camino, pese a los obstáculos. El único árbol sobreviviente y la “última columna” rescatada recuerdan orígenes que deben ser siempre valorados. El nuevo “One World Trade Center”, de 104 pisos, construido en el sitio del desastre de aquel 2001, se cristaliza como el adagio de que siempre se puede “resurgir de las cenizas”.

Presentada por Francia a Estados Unidos en 1886, la Estatua de la Libertad, encarna la emancipación de la opresión y la instauración de la democracia, valores ausentes en algunos países del continente, en los cuales hay presos políticos, dictaduras disfrazadas de democracias y una gran incapacidad de convergir a pesar de las divergencias, sembrando odios entre personas civilizadas.

Aproximadamente, 8.5 millones de habitantes, que hablan 175 idiomas diferentes, conviven en apenas 790 kilómetros cuadrados. Un 36 % de ellos, sin haber nacido en New York, adopta comportamientos globales y practica elevados principios: se disipa el afán de discriminación. La unidad de lo diverso se aprecia con solo caminar un poco. Su índice de criminalidad es de los más bajos entre las ciudades grandes del mundo. ¿Por qué en otras latitudes cuesta tanto desarrollar un sentido de cohesión como país, ciudad o empresa? Los seres humanos nos complementamos a partir de las diferencias, aunque es característico de la pequeñez de algunos destruir aquello que les resulta amenazante; por eso las personas de mente obtusa generan división, de ahí la afamada máxima de Julio César “divide et vinces”, (traducido: “divide y vencerás”).

El tránsito vehicular es como un enjambre; sin embargo, durante cinco días en la ciudad, no observé una sola colisión. ¿Cómo se consigue eso? ¡Orden, responsabilidad y paciencia! Sin estos elementales comportamientos, sería caótico conducir en esta ciudad. ¿No deberían “transitar” bajo esos mismos principios las conductas humanas en organizaciones complejas? Observar New York desde sitios como el Empire State nos revela que lo que se ve desde arriba parece “pequeño” a la vista, si se fija la mirada en el horizonte. Esta paradoja emula en las empresas cuyos propósitos son tan elevados, que deberían minimizar las situaciones que dividen a las personas y a los departamentos.

Una identidad, una ciudad: dos rostros. Museos espectaculares, tecnología en su máxima expresión, una pujante industria de cine, un comercio de calidad mundial, sitios emblemáticos tales como Times Square, Central Park, Broadway, Quinta Avenida, Wall Street, etc., ¡tanto que disfrutar y aprender! El otro rostro es la presencia de mendigos, la brecha entre ricos y pobres, la dualidad entre la disciplina de trabajo y la calidad de vida integral. Inmortalizada por Frank Sinatra, en “New York, New York”, como “la ciudad que nunca duerme”, esta metrópoli enfrenta enormes desafíos, sin el menoscabo de las lecciones que versan a lo largo de este texto para nuestras empresas, donde la resiliencia, la sana convivencia y el trabajo riguroso derivarán siempre en la posibilidad de no quedarse dormido y renacer.

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