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Cultura, confianza y accesos: la hora del emprendimiento de mujeres

14 de Febrero 2017
Executive Education INCAE

Miranda Wang es una joven simpática que a sus 23 años ejerce como CEO de la empresa que fundó en 2015 con la misión de hacer que el plástico usado deje de ser un desecho y se convierta en fuente de valor. Graduada en biología celular y molecular, ingeniería empresarial y filosofía en la Universidad de Pensilvania, asumió con total naturalidad el reto y el deseo de crear su empresa y cuando relata su historia de vida parece irse sorprendiendo de cómo todo empezó a “conspirar” cuando ella era solo una niña en un pueblo rural de China.

Lo contó en la  III Conferencia Euro-Americana de Mujeres Líderes, que INCAE y Voces Vitales organizaron este mes de febrero, centrada en el emprendimiento femenino, una tarea pendiente de las sociedades modernas. Entre risas y memorias, Miranda aprovechó el panel de “Mujeres emprendedoras en STEM (Science, technology, engineering, and mathematics) para contar su experiencia, con impresionantes coincidencias frente a las historias de vida de sus dos compañeras panelitas, la veterana y reconocida científica costarricense de la NASA Sandra Cauffman y la también joven empresaria tica Alicia Chong.

Sus padres emigraron a Canadá cuando ella tenía seis años y así comenzó una vida de esfuerzo y empuje sin consideraciones de minoría. Ella desarrolló desde pequeña el gusto por las matemáticas y las negociaciones, como las que vio a su madre practicar en los regateos de mercado de su país natal. La mezcla de entorno cultural, ambiente familiar y educación formal (tanto la básica como la especializada) fue haciendo de ella una líder natural deseosa de abrir camino propio a pesar de las enormes oportunidades laborales que por esa misma capacidad emprendedora se le pudieron abrir a los 22 años de edad, en las empresas más competitivas.

Igual que Cauffman y Chong, Miranda contó que ella solo quiso poner en práctica las herramientas y los recursos que obtuvo de la vida misma y de unos padres que -subrayó- nunca la sobreprotegieron. Nunca le recalcaron que fuera desventajada por su origen geográfico, por su edad o, lo más relevante para esta Conferencia, por su condición de mujer. Nunca se ha sentido minoría y por eso se extraña cada vez que una compañía de Sillicon Valley dice estar orgullosa de tener un 30% de personal femenino en su planilla, o un 40%, o un 50%, da igual.

Ni Miranda ni Sandra ni Alicia creen en las cuotas como palanca principal de apertura para las mujeres en la generación de riqueza, sea en emprendimientos o en corporaciones. Tampoco varios de quienes expusieron en la Conferencia, como el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, ni nuestras expertas de INCAE Alexandra Kissling, cabeza de la organización Voces Vitales. “Ha sido como un efecto dominó, que una cosa llevaba a la otra”, decía la joven canadiense mientras Sandra y Alicia asentían. 

Esta es una historia de éxito, claro. Es una historia de minoría dentro del desigual mundo de la generación de riqueza. Se calcula que solo el 17% de los emprendimientos están dirigidos por mujeres, que en Costa Rica ellas ganan 25% menos que los hombres en funciones similares y que las STEM están dominadas con contundencia por los varones.

Las historias de Miranda, pero también de Sandra y Alicia muestran que casos excepcionales de un entorno adecuado propician la autoconfianza y la disposición a los desafíos. “Me olvidé de que no era mujer hispana; me olvidé que yo hablaba con acento”, contó la científica sobre sus primeros años en el departamento de diseño de la NASA.

“El problema es económico, pero va más allá; es sobre todo cultural”, decía el presidente Solís, que puso el dedo sin titubeos contra “el imperante machismo típico latinoamericano” y la necesidad de políticas afirmativas, sí, pero sobre todo una educación que combata los sesgos de sexo en la niñez y la juventud. Esta es la semilla de la posibilidad de emprendimientos femeninos, que se puede sumar a una formación de calidad, condiciones personales, un debido acompañamiento, un entorno económico apto y uno de los factores más complicados y que más castigan a la mujer: el acceso a financiamiento.

Luego Susan Clancy, directora de Investigación del Centro de Liderazgo y de la Mujer en INCAE, subrayó otras dos condiciones de éxito para emprendimientos, sin distinguir entre hombres o mujeres: la indispensabilidad  del networking (un área empática para las habilidades femeninas) y la propensión personal a asumir riesgos y tropiezos en el camino.

Estos factores juegan incluso para el emprendimiento interno en corporaciones, como lo subrayaron en el panel dirigido por Ryan Schill, director del Latin American Center for Entrepeneurs, de INCAE; con Kissling, Karla Blanco, directora de relaciones corporativas de Intel Costa Rica y Javier Vargas, CEO de Cargill para Centroamérica. El curso de la conferencia ya encaminaba las conclusiones y dejaba en claro que ningún emprendimiento ocurre sin una dosis alta de atrevimiento y de autoconocimiento. En las empresas y en el mercado los vacíos no existen esperando que alguien los llene; los espacios deben ser creados, reclamados y ajustados desde el acervo de cada una.

 

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