Si no puede contra la globalización, ¡únase a ella!
Su empresa puede ser la reina del mercado local, llevarle el pulso a los consumidores y saberlos conducir hacia productos innovadores que su equipo desarrolla para seguir siendo líder en una región determinada.
Puede ser muy rentable y darle a usted como propietario, directivo o gerente muchas satisfacciones; suficientes como para descartar la idea de salir al otro lado de las fronteras a librar batallas mucho más arriesgadas.
Puede dejar la palabra “internacionalización” fuera del diccionario cotidiano porque, al fin y al cabo, nadie está haciendo maletas y todo marcha bien así. ¡ERROR!, dicen los expertos.
Para empezar, el hecho de que usted se haya planteado siquiera la posibilidad de salir a buscar otros mercados o socios en el exterior es ya una forma de pensamiento global.
Para seguir, no tiene usted que salir a buscar a la globalización por el mundo. Ella le llegará tarde o temprano a las puertas de su empresa o, mejor dicho, a las puertas de sus clientes y proveedores y querrá arrebatarle una porción de ese mercado que usted cree tan dominado.
Y para mayores razones, siempre será positivo tener a la vista un camino hacia el exterior, sea para hacer crecer el negocio, para diversificarlo o reducir eventualmente los márgenes de riesgo.
“Nadie escapa a la necesidad de plantear el negocio de cara al mundo y siempre vamos a enfrentar competencia internacional”, afirma el experto Nicolás Kfury, profesores del programa Estrategias de Internacionalización, de INCAE Business School.
Kfury recomienda profundizar en las distintas hojas de ruta para pensar globalmente y ofrecen cuatro razones para ello, señala el profesor:
- La desregulación de los mercados, que abre las posibilidades de acceso a otros mercados con formatos como los tratados de libre comercio (TLC). Esto hace que los negocios locales queden más expuestos. Si no que lo diga México.
- Los desarrollos tecnológicos facilitan comunicaciones y ejecución de estrategias para operación de la empresa por encima de las fronteras, con unidades de negocios o subsidiarias desperdigadas por el mundo.
- Los procesos de integración económica por regiones abren anchos caminos ligados a la desregulación de mercados.
- Se produce una homogenización de preferencias de consumidores, con patrones de conducta similares entre países lejanos y algunas marcas se valen de ello.
Preguntas básicas
Más allá de las diferencias polarizadas entre teóricos -por un lado, quienes consideran que el planeta es un solo mercado y por otro, quienes creen que aún tiene preponderancia el carácter local de algunos productos o servicios-, lo incuestionable es la mayor exposición internacional de las empresas y la necesidad de tener una estrategia para aprovecharla o para descartarla con argumentos suficientes.
“El gran desafío es identificar el modelo adecuado a los objetivos de cada empresa. No existe una sola forma de frenar globalización”, agrega el profesor Kfury.
No siempre pensar globalmente indica que debemos lanzarnos a una aventura al estilo de Marco Polo, pero sí conviene saber las oportunidades que nos ofrece una economía de escala, las probabilidades de reducir riesgos mediante la diversificación de públicos meta y también, por supuesto, la existencia de amenazas que también se han globalizado y que en estos tiempos pueden además ser objeto de rápidos contagios.
Por eso conviene tener respuesta a tres preguntas muy básicas: ¿Por qué quiero internacionalizarme?, ¿qué tipo de organización necesitaría? y ¿cómo se debe manejar ese proceso? Las soluciones no están en ningún manual. Dependen en la línea de negocio y sobre todo la coyuntura, pero beneficios potenciales sí hay.
El aprovechamiento de capacidad instalada, el acceso a recursos a menor precio y la curva de aprendizaje con algunos elementos aprovechables por el lado del costo.
Si se habla de oportunidades de aprendizaje, también hay réditos por el estímulo para innovar, diversificar y adaptar productos o servicios a otros contextos.
Y si miramos al network, también hay frutos eventuales al poder participar de una red internacional, se acercarse a bases de clientes transfronterizas y de capitalizar el valor de una marca cuyo éxito local trasciende a otros países y acaba siendo la chispa de un proceso de expansión.