Cosas que temí que al final no pasaron | INCAE
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Cosas que temí que al final no pasaron

30 de Noviembre 2017
Ana Menspira

A los 4 años me daba miedo irme a dormir; las sombras eran amenazas y el armario la guarida de los peores monstruos que mi mente fuera capaz de crear. A los 7 lo superé y me di cuenta que la oscuridad no era tan terrible como lo creía años atrás.

Así sucede con el miedo. ¿Cuántas veces nos atemorizó tomar un vuelo y que el avión se cayera, pero en cambio tuvimos el mejor viaje de nuestra vida? ¿O sentimos miedo de invitar a alguien a salir y al final la respuesta fue “sí”? A mí varias veces. En algunas ocasiones los enfrenté, pero muchas otras me quedé con la duda de qué hubiera pasado si me hubiera atrevido.  

Muchos de nuestros miedos son infundados. Algunos, incluso, me atormentaron durante años y ¡jamás sucedieron!

Mi primer miedo en mi nueva vida como “adulta” fue no terminar mi carrera universitaria. Sabía que no era fácil, pero no creí que iban a existir tantos obstáculos. Materias complicadas,  desveladas diarias, cursos reprobados y dificultades financieras que me obligaron a ponerle un alto momentáneo a mis estudios.

Muchas veces creí que jamás iba a terminarla. El día que recogí mi título universitario fue una gran satisfacción porque sabía que había sido difícil, pero en ese momento los miedos de años atrás se sintieron insignificantes. Costó mucho, pero sobreviví.

Después de graduada, quise poner mi propio negocio, pero me invadió el miedo a fracasar. Ese está presente en la vida profesional de muchos y preocupa a casi todos los emprendedores. ¿Qué pasa si el negocio quiebra? ¿Si no se recupera la inversión? ¿Si no le puedo pagar a mis colaboradores? Son causales insomnio y dolores de cabeza… Pero, ¿qué pasa si sucede lo contrario?

Si Walt Disney, Steve Jobs y Mark Zuckerberg hubieran escuchado a sus miedos, jamás hubieran llegado lejos. Así que yo me animé e inicié mi propio negocio. No ha sido fácil, hay tiempos malos y otros muy buenos, como todo en la vida; pero no me arrepiento por un segundo.

Luego me fui acercando a los treinta y llego el miedo de “si no me caso ya, no me casaré nunca”.

¿Seré la tía solterona? Era la pregunta que me hacía cuando veía a todas mis amigas casándose y yo ni siquiera salía con alguien. “Ya la va a dejar el tren”, me decía mi abuela al ver que pasaban los años y yo seguía sin ningún prospecto que me llevara al altar.

Esa idea de que “es ahora o nunca” me llevó a tomar muchas decisiones malas (¡y desesperadas!), que me hicieron perder el tiempo y me dejaron decepcionada de las personas con que salí.  

Finalmente, me casé mucho después que casi todas mis amigas, ¿y qué? Eso no afectó mi vida; por el contrario, preocuparme por algo que ni sabría si sucedería, me cohibió de vivir el momento sin presiones.

Lo cierto es que los miedos nunca se van. Van cambiando a lo largo de nuestra vida, pero siempre están ahí, ahogándonos y haciéndonos perder la cabeza. Son nuestros peores enemigos: nos frenan, nos restringen de vivir con libertad y nos impiden seguir avanzando.

Pero el secreto está en descubrir formas de superarlos y seguir adelante. Lo bueno es que al final, te das cuenta que no eran tan terribles como pensaste y que la mayoría de las veces solo viven en nuestra mente y no en nuestra realidad.

Foto de Caleb Woods en Unsplash

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