Aprendo, Hago, Repito | INCAE
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Aprendo, Hago, Repito

12 de Noviembre 2012
Randall Trejos

Todos queremos aprender a hacer las cosas de mejor manera.  Más eficientemente, en menos tiempo, obteniendo mejores resultados. Para esto, una de las vías preferidas es estudiar, sea en una universidad y cursos formales o por nuestra propia cuenta, como cuando leemos un libro en un tema que queremos aprender. Lo que rara vez nos detenemos a preguntarnos, es cómo realmente aprendemos y cuál es el propósito de aprender. Estas dos preguntas, la del cómo y el para qué, pueden determinar qué logramos en el esfuerzo.

Como consultor organizacional, en ocasiones los gerentes de recursos humanos me preguntan cómo hacer para que la gente sea más eficiente: qué capacitación, taller de motivación o curso intensivo deben llevar para hacer mejor su trabajo. La respuesta generalmente es: lo que se ve en un fin de semana en un retiro o lo que se estudia en algunas sesiones de clases es sólo el inicio.

El Cómo: Entender y Hacer.

La mayor parte de las personas sobre valoran la racionalidad en el proceso de ir aprendiendo cosas por la vida. Pensamos que si “entendemos” algo, eso es garantía de que lo aprendimos, o más allá aún, que lo podremos incorporar a nuestro día a día en el futuro. Entender algo, o ligar conceptos es sin duda un buen primer paso pero normalmente no el único, o inclusive, ni siquiera uno necesario. Cuando aprendemos a bailar o a tocar un instrumento musical de oído, no estamos realmente “entendiendo” algo, pero aun así podemos reproducir los pasos o notas musicales. La repetición, tan poco sofisticada como suena, es todavía la mejor herramienta para aprender algo. ¿Quiere aprender a leer más ágilmente estados financieros? Analice muchos de ellos. ¿Quiere tomar mejores fotografías? Acostúmbrese a andar la cámara con usted a todo momento. ¿Le gustaría liderar de manera más efectiva a su equipo? Expóngase a situaciones donde tenga que liderar.

El Contenido y el Proceso.

En el ejercicio de aprender un oficio, los antiguos artesanos pasaban mucho tiempo con sus aprendices repasando una y otra vez, mecánicamente, lo que ya desde el primer día había posiblemente explicado el maestro. ¿Qué pasaría si a alguien le muestran el primer diagrama de ensamblado de un zapato, le hablan de las propiedades del cuero y de la técnica de clavar y usar pegamento? Todo en dos sesiones de dos horas. Ciertamente sería suficiente para entender el proceso. Pero ¿contrataría usted a esa persona para que le fabricara sus zapatos? Probablemente ha entendido el proceso, pero no tiene la habilidad aún para aplicarlo; es decir se sabe sobre el contenido pero no se es hábil aún en el proceso.

En el oficio de gerente sucede lo mismo que con el zapatero. Conocer sobre sistemas de costeo contable, modelos de análisis de mercado y competencias de inteligencia emocional para el liderazgo, no garantiza que “a la hora de la verdad” podamos realmente aplicarlo de forma efectiva. Para eso hay que llevar el aprendizaje un paso más lejos, hay que hacer, y luego repetir.

Más y más escuelas de negocios en el mundo, e INCAE no es la excepción, están incorporando en su formación espacios para que no sólo aprendamos, sino que hagamos, pero aún falta mucho camino por recorrer. La utilización de la metodología de casos, donde los estudiantes tienen que “ponerse en los zapatos” del tomador de decisión y por lo menos hipotéticamente “hacer” es un intento de aplicar los conceptos de negocios a situaciones concretas. La siguiente frontera sería un aprendizaje experiencial, donde el reto ya no fuera sólo hablar hipotéticamente de lo que “haría yo si fuera el Sr Schultz”, sino que se ofreciera al estudiante una situación concreta y real por resolver. Se “aprendería” en la clase, se “haría” en proyectos paralelos y se “repetiría” hasta alcanzar un grado de destreza práctica. Como el zapatero.

El Para qué: La Aplicabilidad.

La expectativa de cualquier persona que estudia una carrera es que eventualmente, al verse enfrentado a una situación laboral que requiera ese conocimiento,  podrá salir airoso llevando a cabo la acción que se necesite. Nuestra sociedad ha acordado solicitar de las personas ciertos credenciales (títulos) que sirven de señal de que saben sobre una materia u oficio, y en teoría esos credenciales son garantía suficiente; excepto que a veces no lo son.  Enmarcando las intenciones de aprender algo directamente por su aplicabilidad nos ayuda a mantener el propósito claro: No es necesariamente por obtener el certificado de primeros auxilios, se trata de poder ayudar a alguien en caso de una emergencia.
Lo que nosotros podemos recordar y enunciar, como por ejemplo las capitales de todos los países suramericanos, se le llama memoria enunciativa. Con ella aprendemos las razones financieras, la dirección postal de la oficina y las 5 fuerzas de Porter. Sin duda un paso importante. Pero lo que determinará nuestra capacidad de resolver situaciones reales, es decir, nuestra habilidad para aplicar esos conceptos, está determinada por otro tipo de memoria, llamada procedural. Lo particular de esta memoria es que se desarrolla únicamente a través de la repetición. Es la que usamos para andar en bicicleta, para conducir un vehículo o para “encontrar” más rápido que cualquiera, la falla en un plan de negocios.

Sin duda podríamos esperar a salir al mundo laboral para ejercitar esta memoria, una vez que tengamos responsabilidades definidas y tengamos que rendir cuentas. Pero también podríamos practicar, desde que estamos aprendiendo, a aplicar esos contenidos, enfocándonos no sólo en el contenido, sino también en el procedimiento. Para eso el mejor consejo es sencillo: siempre preguntarnos el cómo vamos a aprender, y para qué lo estamos haciendo. De ahí es aún más sencillo: Aprender, Hacer, Repetir.

Autor: Randall Trejos, MBA 2013 INCAE Business School

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