Displicencia: Renuncia a la excelencia | INCAE
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Displicencia: Renuncia a la excelencia

11 de Junio 2015
German Retana

 Las cosas hechas a medias terminan mal. No prestar debida atención a las personas, a los compromisos y a los asuntos relevantes, es condenarse a resultados tambaleantes. Bien decía Confucio: “Si una persona sabia comete una conducta displicente, no inspirará respeto; si se limita a estudiar, sus conocimientos no serán profundos. Debe ser sincera, fiel y actuar de buena fe.” La organización que renuncia a la displicencia sabe que se enrumba a la excelencia; pero, ¿qué debe eliminar de su cultura para emprender esta travesía?

Prohibido dejar de lado los compromisos. Es frustrante y riesgoso lidiar con personas que asumen responsabilidades, ofrecen apoyo y hasta garantizan cumplimiento de tareas, pero que luego parecen olvidarse de todo, dejando su carga a otros miembros del equipo. En algunas familias se tiene una sana regla con los niños: “Lo que se comienza se termina, lo que se sirve en el plato, se come.” Si esta norma pesara en los equipos, sus miembros serían más serios al  comprometerse. Trabajar junto a quienes en cualquier momento zafan el hombro crea inestabilidad e incrementa la incertidumbre.

Prohibido mirar a otros con desdén. Nadie, absolutamente nadie, recibe bien el desprecio, la descortesía, el desaire, ni la grosería. En las organizaciones de alto desempeño el respeto no es negociable. En ellas, es un severo acto displicente, imponerse sobre otros apelando a sobredosis de poder, o dilapidar el don de gentes solo porque se desempeña una posición de mando. Gabriel García Márquez enfatiza que “un hombre solo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.” Toda actitud petulante recibe su recompensa…

Prohibido creer que la rectificación es innecesaria. Toda persona tiene conciencia, lo que sucede es que algunas se declaran sordas ante su voz interior que les advierte sobre una mala expresión, conducta o error. ¿Qué hay de malo en dar la cara, solicitar perdón y rectificar? El mismo Confucio lo aconseja: “Si un gobernante rectifica su propia conducta, el gobierno es asunto fácil, y si no lo hace, ¿cómo puede rectificar la de los demás?” La humildad abre puertas y multiplica el liderazgo. Recordemos que nadie obedece con gusto al que es injusto.

Prohibido dar menos de lo posible. No hay tal cosa como calidad de servicio regular al cliente; es mejor calificarlo como bueno o malo y no escudarse en puntos intermedios. Si se poseen las capacidades y recursos para rendir al máximo, ¿por qué no hacerlo? La lealtad a la empresa se demuestra con esfuerzos supremos como hábito, para que el éxito se haga costumbre.

Prohibido postergar la franqueza. Las conversaciones a medias solo postergan diálogos urgentes. Si en los equipos no es posible expresarse con absoluta sinceridad, ¿cómo pretender resultados superiores? Desdichadamente, en ocasiones los miembros de un equipo prefieren callar sus opiniones que tener un conflicto con el “jefe,” o este proyecta resistencia a recibir consejo, lo que causa aislamiento de su propio equipo.

La displicencia es enemiga de la exigencia. No conduce a ningún rumbo seguro, excepto al de la frustración de jamás cosechar los frutos de la excelencia.
Etiquetas:
Coaching

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