El Antónimo del Éxito: 4 comportamientos que no te dejan conseguirlo
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¿Qué es lo contrario del éxito?

17 de Julio 2015
German Retana

Sí, seguramente la mayoría de las personas diría lo tradicional: El fracaso. Pero qué tal si buscamos otra respuesta. ¿Qué le parece “mediocridad”? No alcanzar las metas o no superar los competidores en una industria o deporte puede deberse a la disponibilidad de mejores cualidades de los rivales, a la llamada suerte y hasta a un esfuerzo propio extraordinario no recompensado con buenos resultados. No obstante, también hay cuatro comportamientos “mediocres,” indicados por diversos autores como causantes del alejamiento del éxito.

1. Indiferencia

Personas que no muestran interés por lo que está bien o mal en su equipo. Los acontecimientos que exigen alto desempeño parecen no importarles, pues su intención solo es ser parte de la organización, saberse tomadas en cuenta aunque su presencia sea apenas formal. Al actuar así, recargan su trabajo en los demás, pero eso tampoco les importa. Son los observadores más cercanos de las dificultades para alcanzar resultados; su frialdad se antepone y no reaccionan, dado que su sentido de membresía no alcanza para eso.

2. Displicencia

Hacen las cosas, pero sin cuidar la calidad de sus actos, la precisión, ni la satisfacción de niveles de rendimiento esperados. Personas que no muestran compromiso con la efectividad, el mejoramiento constante, ni la superación de sus estadísticas. Suelen desatender recomendaciones de clientes, jefes, colaboradores o colegas. Trabajan a media máquina, sin importar si suman o restan. Dejan pasar oportunidades para elevar la barra del desempeño, tan solo porque se creen seguros en su puesto; residen en su zona de conformismo.

3. Paralización

Personas que no actúan. Están como en el cine, viendo la película de su propia vida. Lo que sucede no les mueve ni conmueve. Son conscientes de que algo va mal, pero están dispuestas a hundirse con el barco con tal de no mover un dedo para cambiar la situación de su equipo. Confían en que alguien (el jefe) haga todo por ellas y se responsabilice por los resultados. Se han acostumbrado a ser dependientes, se quejan por lo que les exige su jefe pero al final se acomodan, con tal de no arriesgar su continuidad en el equipo.

4. Pereza:

¿Ha trabajado usted junto a una persona parsimoniosa cuando había que hacerlo al máximo ritmo? ¡Es desesperante! La pereza alcanza todos los males. La lentitud es el alimento preferido de quienes no aceptan pasarse al barrio de los proactivos, arduos y contundentes. La desidia ante el cambio urgente también es fruto de la soberbia, de ese afán de creer que ya se tienen todas las respuestas y que, por lo tanto, no vale la pena escuchar o innovar. ¿Se puede alcanzar el éxito con personas indiferentes, displicentes, petrificadas y perezosas?

Al éxito se llega con trabajo, cuando los miembros de un equipo se entregan dando la milla extra en situaciones límite. Cada uno sabe que no dejó de hacer lo que debía. Lo que otros llaman fracaso, estos equipos triunfadores lo consideran oportunidad para mejorar. Las caídas son convertidas en peldaños para logros superiores; perder no les convierte en perdedores. El dolor de una derrota no se convierte en sufrimiento, porque la adversidad se analiza sin tapujos y se toman acciones correctivas a cargo de todo el equipo, que poco a poco se adueña de su destino.

Para prevenir crisis, todos los miembros de equipos ganadores deben vacunarse contra estos cuatro síntomas de la mediocridad, la real antítesis del éxito.

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