Villa sin villanos | INCAE
Publicación

Villa sin villanos

04 de Agosto 2016
German Retana

Río de Janeiro. Su origen se remonta a los años 776 a. C y 393 d. C., en la ciudad de Olimpia. En 1896 se disputaron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en Atenas, Grecia, con 241 atletas de 14 países; en el 2016 compiten 10.500 y son  206 las naciones participantes. La “Villa” es el centro de convivencia, desde ella rescatamos analogías y enseñanzas para el mundo de las organizaciones.

El ambiente es de fiesta; estar acreditado en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro es un honor ganado en competitivas eliminatorias. El éxito se celebra, por eso todos los atletas, conscientes del costo de ingresar a esta élite,  se admiran mutuamente. No se observan ni actitudes de engreimiento ni delirios de superioridad. Es un ambiente alejado de la arrogancia y cercano al respeto a uno mismo y a los demás.

El restaurante, acorde con la magnitud del acontecimiento, es gigantesco. Los entrenadores saben que les sería difícil controlar la alimentación individual de los atletas. Lo cual permite que emerja el sentido de responsabilidad de cada cual. Las altas aspiraciones explican la rigurosa disciplina en todos los detalles. El deseo de trascender rige per se el comportamiento en todos los campos. ¿Será por esto que las empresas exitosas demandan de sus miembros conductas de alto nivel,  incluyendo la alegría de ser partícipes en la consecución de metas elevadas?

Pese al respeto imperante, en los campos de competición se luchará por vencer a quien sea, por superar incluso las marcas propias y por imponerse de manera deportiva -pero siempre aguerrida- sobre los rivales. La preparación previa ha sido  rigurosa, nadie regalará nada ni declinará el esfuerzo supremo. No obstante, al culminar cada justa, volverán a la villa competidores cordiales, la rivalidad se quedará en el campo.  Nada es personal y así la energía se concentra en la tarea.

“Sé el héroe de tus héroes”, fue el lema utilizado para atraer voluntarios. Se estima que hay unos 45.000 provenientes de diversos países. Sobresale su proactividad y su deseo de hacer fácil la labor de las delegaciones. Esta auténtica voluntad de servir y  hacer que todo fluya contagia a los atletas y delegados. Por su parte, los habitantes de la villa, confiados en que cuentan con un equipo experto en el arte de servir,  se apegan a las reglas de convivencia. De manera análoga,  ¿qué sucedería si todos los miembros de su empresa practicaran el servicio como un arte?

La Villa Olímpica representa una burbuja del anhelo humano. En ella experimentamos la posibilidad de convivir en armonía, el respeto a la dignidad sin discriminación alguna,  la mutua comprensión y, por supuesto, el afecto filial, que se multiplica a cada instante. La alegría de dar el máximo esfuerzo se combina con el juego limpio y alimenta la esperanza de que algún día esas  burbujas proliferen  en empresas y países. Estos principios del olimpismo desalientan comportamientos  “villanos” y se convierten en  la fuente del deseo de vivir en  un mundo donde, como escribiera el poeta costarricense Jorge Debravo, “se deje de frontera solo el aire”.

Suscríbase a nuestro blog