Profesor Emérito de INCAE Business School. Fue miembro de la Facultad del INCAE desde 1981 en donde enseñó en los programas de maestría y de desarrollo gerencial en las áreas de liderazgo, planeamiento estratégico y cambio organizacional.
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Equivocaciones conscientes versus inconscientes
14 de Noviembre 2016
Usted reconoce que determinados alimentos son dañinos para su salud, pero igual los consume; sabe que ciertas conductas dañan a otras personas en la organización, pero las repite. Pese a “entender” que tiene un par de hábitos que lo afectan profundamente, incurre en ellos. Estos y otros son ejemplos de errores cometidos teniendo conocimiento de sus nocivos y adversos efectos.
Escuché por primera vez este concepto de “equivocaciones conscientes e inconscientes” cuando el conocido director técnico de fútbol, Jorge Luis Pinto, explicaba a sus jugadores que -en diversos campos de la vida y en el deporte- debemos saber distinguir entre las equivocaciones cometidas preconcibiendo las consecuencias negativas y aquellas que se propician involuntariamente.
“No se equivoca el pájaro que ensayando el primer vuelo cae al suelo, se equivoca aquel que por temor a caer renuncia a volar por la seguridad del nido“, dice el refrán. En su intento por alcanzar sus propósitos, los equipos y sus miembros, inconscientemente, cometen equivocaciones; pueden incluso afectar sin intención a otras personas, pues pasan por una curva de aprendizaje sujeta a resbalones.
A nadie le gusta fallar, no obstante, no actuar por miedo a equivocarse es una acción que podría traer, en sí misma, nefastas consecuencias. Ese sería el caso de una persona que, pese a necesitarlo, se inhibe de aprender un idioma, porque requiere del aprendizaje de técnicas nuevas o de la modificación de alguna actitud; el temor al fracaso lo estaría condenando al estancamiento. Si le cierras la puerta a las equivocaciones -apunta la popular sentencia- también quedarán afuera el aprendizaje y la verdad. Sabemos que el mayor riesgo es no correr ningún riesgo.
Los egos, el temor al cambio, la desconcentración, la ofuscación, el perfeccionismo -o simplemente la mala intención- pueden llevar a que las personas no solo se afecten a sí mismas, sino que también, reiteradamente, a otros. ¡Cuánto lograrían si conectaran sus acciones con su conciencia, dignidad, autoestima, sentido de responsabilidad y valores para rectificar ese rumbo sin sentido!
Por su parte, el coraje, el deseo de ganar y de mejorar, la determinación y la pasión por alcanzar metas conllevan a acciones que también podrían calificarse como errores. La diferencia estriba en que sus indeseables efectos no son provocados intencionalmente. Estas son las equivocaciones inconscientes, no premeditadas; cuando se asumen responsablemente, se da el aprendizaje y la superación personal. Las personas con sabiduría aprenden tanto de los aciertos como de los desaciertos.
La paradoja es que se equivoca más quien, confiando en sí mismo, hace intentos ilimitados por lograr sus aspiraciones; en cuyo caso, no existe la premeditación de hacerse o hacer un mal, todo lo contrario, por eso sus fallas son inconscientes, como son posiblemente muchas de las que comete usted o su empresa, ¿cierto?