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El no liderazgo

24 de Octubre 2017
Ángel Castiñeira
 

Hay una manera sencilla de entender por qué es tan importante la función de liderar que consiste en evaluar las consecuencias derivadas de no haberlo hecho. Derek Curtis Bok, presidente de la Universidad de Harvard, en referencia a la importancia de invertir en capital humano, decía: "Si usted cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia". Lo mismo podríamos decir del liderazgo. Si consideran que el liderazgo no es importante, prueben con el no liderazgo.

Hay varias maneras de entender el no-liderazgo hoy. Mencionaremos dos procedentes del ámbito político. La primera forma de no-liderazgo proviene de la más vieja política española. La expresión más precisa de esta nueva opción podría ser esta: "A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión y eso también es una decisión". La frase del presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, fue expresada en una reunión plenaria de su grupo político celebrada en el Congreso de los Diputados y fue recibida con una larga ovación por los parlamentarios de esta formación.

Decidir no decidir, como axioma, como filosofía de vida, como guía de actuación, nos tememos que responde más bien a la táctica funcionarial y resistencial del viejo "culo di ferro", consistente en tener la habilidad de continuar o perpetuarse en el cargo, de desarrollar esa flema de quien hace de estatua mientras aguanta imperturbable las acometidas. La pregunta a plantear en esta forma de no-liderazgo es: si el acceso a, y el mantenimiento del poder no se hace para tener que tomar decisiones, entonces ¿a qué otra preferencia responde? ¿Estamos ante un onanismo del poder?

La segunda forma de entender el no-liderazgo lo está encarnando ahora mismo el presidente Donald Trump y es claramente opuesta a la que acabamos de atribuir a Rajoy. En efecto, desde que llegó a la Casa Blanca, Trump no ha parado de tomar decisiones, pero la mayoría de ellas contrarias al que se esperaría de un país que ejerce en el mundo de máxima superpotencia.

Trump parece creer que el liderazgo interno que quiere consolidar requiera el no liderazgo externo. Lo que caracteriza el no-liderazgo de Trump no es el hecho de que él no dude de que lo está constantemente ejerciendo, sino lo impredecible de sus decisiones y las consecuencias negativas de sus decisiones, tanto para su país como para el mundo. Véase la retirada de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP); la declaración de que la OTAN es obsoleta; la afirmación de que la UE "es un proyecto fallido, el euro una receta para la ruina económica de Europa y Bruselas un agujero infernal"; la retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático o la reciente salida de la UNESCO.

Los países europeos "cedieron" poder en nombre de una concepción compartida de la soberanía y la responsabilidad. Trump no cede el poder sino que lo abandona, renuncia a él. Abandonar o abdicar de la responsabilidad de la gobernanza global y asumir sólo decisiones proteccionistas, egoístas y unilaterales es una manera directa de provocar la entrada en una era post-hegemónica y de favorecer, en el peor de los casos, la emergencia de un mundo apolar del que es totalmente ausente el liderazgo.

En conclusión, hoy obtener el poder es más fácil que ejercerlo, y ejercer el poder es más fácil que liderar. Rajoy y Trump seguirán, de momento, teniendo poder, pero no quiere decir que tengan liderazgo. Y, en segundo lugar, a diferencia del pasado, hoy renunciar al liderazgo global no implica ya necesariamente cederlo a los rivales sino tan sólo desentenderse de aquellas responsabilidades derivadas del peso y del tamaño del país que gobiernas.

Ángel Castiñeira es Profesor de ESADE y profesor invitado del Club de Presidentes de INCAE Business School.

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