Publicación

Dos pilares estratégicos para los países durante y después de la pandemia

08 de Abril 2020
Mauren Esquivel

La crisis pandémica del COVID-19 continúa avanzando, al día de hoy 8 de abril, se tienen confirmados 1,447,466 contagiados, 83,471 muertos, y presencia en 184 países de acuerdo a lo reportado por la Universidad John Hopkins.  El epicentro de la crisis se ha movido de Wuhan en China, al Norte de Italia y hoy a Nueva York en Estados Unidos, donde sólo el día de ayer tuvieron 1,700 muertes y acumulan ya 5,489.

En América Latina el avance y reporte del COVID-19 es lento pero constante, Brasil tiene 14,152 contagiados, seguido por Chile con 5,546 y Ecuador con 4,450 contagiados. Mientras que Nicaragua con 6, Guatemala con 80 y El Salvador con 93 son los que menos reportes de contagios tienen.

Ante este panorama, el mundo se encuentra detenido, en un aislamiento social para aplanar la curva de contagios, y ganar tiempo a los sistemas de salud para que no se saturen los servicios y la mortalidad no sea mayor; el objetivo es frenar la velocidad de contagio de un virus casi dos veces más contagioso y mortal que el virus de la gripe común.

Este aislamiento social ha llevado a los países a meter el freno en nuestra vida diaria, incluyendo nuestro consumo, nuestro ocio y nuestro trabajo, de hecho, la Organización Mundial del Trabajo estima que el 81% de la fuerza laboral del mundo, casi 2,700 millones de trabajadores se han visto afectados por estas medidas. Y de ese número de trabajadores, aproximadamente 1,250 millones, el 38% de los empleados del mundo, se encuentran empleados en los sectores que más se están afectando con la pandemia, tales como compras al menudeo, servicios de comida, manufacturas, y por supuesto el sector turístico.

En otras palabras, la pandemia es también hoy una crisis de empleo. Y tal como hemos mencionado anteriormente, esta crisis rebasa el aspecto de la salud e incide en otras áreas de la sociedad, como desacelerar el crecimiento económico, altera el orden internacional, aumenta la desigualdad en la educación, disminuye la  provisión de bienes públicos, genera condiciones para la violencia social, magnifica la violencia doméstica, acentúa las desigualdades, entre otras afectaciones.

Ante estas condiciones, en esta Gran Pausa como le ha llamado Christiana Figueres, se tienen que generar cuanto antes, mecanismos, estrategias y propuestas que ayuden a los países de la región a minimizar los costos de la pandemia, pensando no sólo en la parte de la salud si no en todas sus afectaciones, desde las más micro como aquellas relacionadas al comportamiento individual, tales como la forma de saludar para no contagiar, o uso de mascarillas en lugares públicos; a las más macro, relacionadas al funcionamiento de los mercados de capitales o las intervenciones que requerirá un sector turístico que se ha paralizado y que tardará en arrancar. 

Pero al plantear las estrategias y planes para salir al mundo post COVID-19 se tiene que aprovechar la oportunidad para hacer cambios que hagan más fuertes y resilientes a los países de la región, enfocándose en aspectos relacionados a la productividad e inclusión de nuestros países. Estos dos aspectos deben ser pilares estratégicos en cualquier plan de recuperación en el corto y mediano plazo. El primero por que es la productividad la generadora de la riqueza, el crecimiento económico y consecuentemente del empleo; y el segundo, la inclusión, por que al facilitar que todas las personas y regiones de un país puedan prosperar y alcanzar su pleno potencial es más fácil y rápido generar, de forma sostenible el progreso en los países.

Sin embargo, para la región es un doble reto, pues en el siglo XXI, aunque Panamá y Costa Rica aumentaron su productividad laboral en 100% y 50% respectivamente, medida como la razón de producto interno bruto por trabajador. En términos absolutos, la productividad de Panamá y Costa Rica es 18% y 40% menor que la productividad laboral de los últimos 10 países que entraron a la OCDE[1]. Mientras que para los países del CA4 la productividad laboral prácticamente ha estado estancada en los últimos 20 años, esto sugiere que se ha crecido más por acumulación de factores que por un mejor uso y aprovechamiento de los mismos.

Fuente: Cálculos propios con datos del Banco Mundial.

En el área de la inclusión la región también ha tenido un mal desempeño, no se han generado las condiciones para que todos los miembros de la sociedad accedan a los instrumentos para mejorar sus condiciones de vida, hay brechas en el acceso al agua, educación básica, educación superior, servicios de salud, servicios financieros y tecnologías. Este último, el tecnológico, debe ser por demás prioritario, pues en un mundo en el que la interacción humana se digitaliza, el tamaño, dinamismo y valor del mercado interno dependerá de la conectividad de las personas. Y en este aspecto, la región sigue rezagada, Costa Rica es el líder con un 71.58% de acceso, seguido por Panamá con 57.87%, mientras que Guatemala tiene un 40.70% y el resto de los países de la región tienen menos del 40% de usuarios de internet. El mundo post COVID-19 se vislumbra con un alto contenido digital y ahí tenemos una tarea pendiente.


Fuente: Social Progress Index 2019, ITU.

Finalmente, desde el CLACDS esteremos trabajando en escenarios y respuestas posibles para el futuro inmediato de la región, manteniendo como siempre una perspectiva estructurada en nuestros cuatro ejes de trabajo, la competitividad, el progreso social, la sostenibilidad ambiental y la gobernabilidad; aspectos que como hemos visto brevemente, serán necesarios no sólo para salir de la pandemia, si no para acelerar la reconstrucción social y económica que esta crisis global ha generado en nuestros países.

[1] Chile, Colombia, Eslovaquia, Eslovenia, Latvia, Lituania, Corea, Israel, Polonia, y Estonia.