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La pandemia y la disrupción de la Agenda 2030

17 de Abril 2020
Mauren Esquivel

La crisis pandémica del COVID-19 continúa avanzando, al momento de escribir este artículo, se tienen confirmados más de 2 millones de contagiados, más de 140 mil muertos, y presencia en 185 países de acuerdo con lo reportado por la Universidad John Hopkins. El epicentro de la crisis se ha movido de Wuhan en China, al Norte de Italia y hoy a Nueva York en Estados Unidos. En América Latina el avance y reporte del COVID-19 es lento pero constante, aunque todavía ningún país de la región alcanza los niveles de los países europeos o de Estados Unidos.

El mundo sigue detenido, y las afectaciones en lo económico son cada vez más alarmantes, en Estados Unidos 22 millones de personas han llenado los requisitos para obtener el beneficio de desempleo, cifra histórica que representa el 13.5% de la población económicamente activa, y que supera los 8.6 millones de peticiones que se dieron durante el periodo de Noviembre del 2007 a Diciembre del 2009 en la “Gran Recesión”.

De hecho, los diferentes organismos internacionales y expertos económicos en el mundo han estimado una caída en el Producto Interno Bruto (PIB) mundial de 3% anual, un comportamiento que no se veía desde la crisis de 1929. El Fondo Monetario Internacional calcula una caída de 5.2% en el PIB de América Latina y el Caribe. Y en América Central, en promedio, desde el CLACDS hemos estimado una caída de 4% en el producto anual.

Pero el deterioro en las variables económicas no cuenta toda la historia de las afectaciones que está produciendo el COVID-19. Si se observan las presiones que la pandemia está poniendo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, el daño en el desarrollo social y sostenible de la región puede ser muy grande. En otras palabras, sin crecimiento económico los gobiernos tendrán menos recursos para atender la lucha contra la pobreza y contra la desnutrición que son los Objetivos 1 y 2.  Pero también, como se ha mencionado, el desempleo aumentará, afectando el Objetivo 8 relacionado con el trabajo decente y crecimiento económico. Situación grave para países como Costa Rica que terminó el 2019 con una tasa de desempleo de 11.5%.

La mayoría de las escuelas han sido cerradas, pero eso no ha impedido que algunas escuelas privadas puedan seguir impartiendo clases en línea, mientras que la mayoría de las escuelas públicas en la región no pueden garantizar un acceso digital para todos sus estudiantes por lo que el Objetivo 4 de educación de calidad se ve afectado. Situación particularmente grave para El Salvador cuyo porcentaje de población usuaria de internet es de 31.25%.

Relacionado con otra medida anti COVID-19, el uso del agua para realizar acciones básicas como el lavado de manos e higiene también ha generado mayor presión sobre los recursos hídricos creando afectaciones a poblaciones en las que antes se gozaba de continuidad del servicio de aguas, y aumentando los riesgos en las poblaciones carentes del líquido, limitando el cumplimiento del Objetivo 6 relacionado a agua limpia y saneamiento. Esta presión sobre el servicio de agua será mayor en países como Nicaragua que todavía tienen una agenda para cubrir al 30% de su población con acceso a agua potable en sus viviendas.

En ese mismo sentido, respecto al acceso a las tecnologías digitales, la región todavía tiene unas brechas considerables, afectando la capacidad que tienen las personas de hacer teletrabajo y seguir produciendo en tiempos de cuarentena, por lo que el Objetivo 10 de reducción de desigualdades también se ve afectado, pues si bien el virus es igual para todos, las condiciones que se tienen para enfrentarlo son muy diferentes dependiendo del estrato económico al que se pertenezca o a su condición de empleo. Esta afectación hay que considerarla seriamente en Guatemala que tiene 69.7% de población ocupada en el sector informal, población que no tiene seguridad social o certidumbre en sus ingresos.

Esta condición de desigualdad que prevalece en nuestras sociedades pone presiones sobre el estado de derecho, pues en condiciones de presión sobre el acceso a alimentos ya se han registrado casos de saqueos a establecimientos comerciales, y existe el riesgo de que la paz social se vea rota afectando el Objetivo 16 relacionado a la paz, justicia e instituciones sólidas. Estos problemas vienen a disminuir la percepción de seguridad en los países de la región, que ya de por sí es bajo, como en Honduras donde 4 de cada 10 habitantes considera inseguro el salir a caminar en la noche en su barrio.

Con relación al Objetivo 5 que atiende la igualdad de género la afectación más directa ha sido el repunte de las denuncias de violencia doméstica producto de la cuarentena obligatoria que están viviendo actualmente las personas. En este aspecto, hay que tener cuidado en Panamá donde el 14.4% de mujeres las mujeres mayores de 15 años han sufrido de violencia por parte de sus parejas.

Claramente también se afecta el Objetivo 3 que atiende el tema de salud y bienestar, pues la pandemia está poniendo presiones en los sistemas de salud afectando la capacidad de atender a pacientes que tengan otras enfermedades o aumentando el riesgo de complicaciones en poblaciones con estados de salud comprometidos.

Esta pandemia y “Gran Pausa” que se ha instalado en nuestros países y sus repercusiones financieras afectará los recursos disponibles para invertir en energías verdes y habrá menos proyectos de inversión, desacelerando el cumplimiento de los Objetivos 7 y 13 relacionados con energías no contaminantes y acciones por el clima. Que en el caso de Nicaragua es relevante, pues sólo el 52.3% de la población tiene acceso a energía limpia.

Hoy, esta “Gran Pausa” pone en riesgo la capacidad que tenemos como sociedad para cumplir con los ODS en el 2030; lo que en términos prácticos significa que la cohesión social, sostenibilidad, bienestar y progreso social de nuestras sociedades está en riesgo no sólo de estancarse si no de empeorar, y borrar en unos meses los avances de los últimos años.

De ahí la importancia de que los gobiernos, empresas y ciudadanos empecemos a trabajar de forma conjunta, no sólo en la contención y mitigación de la pandemia, si no en atender los procesos de reconstrucción y rehabilitación con una perspectiva de mediano plazo, enfocada no en apagar incendios, sino en construir, usando datos y evidencia, una sociedad que avance más rápido hacia un crecimiento incluyente y sostenible, y consecuentemente hacia una sociedad más resiliente.