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La cuesta de enero en el 2021

19 de Enero 2021
Mauren Esquivel

Típicamente la “cuesta de enero” es un término que se usa para referirse a ese momento del año en el que se resienten los gastos realizados durante las fiestas de fin de año junto con las subidas de precios, tarifas, y tasas de inicio de cada año y que inciden en la capacidad de compra de las personas. Pero en este 2021 esta cuesta puede tener otras implicaciones también, sobre todo si consideramos que venimos de un año 2020 afectado por la pandemia de COVID-19 y sus respectivos impactos en lo económico y lo social.

Y al menos a partir de los eventos de las primeras dos semanas del año se empieza a ver que esta cuesta de enero va a ser realmente complicada. Principalmente por que:

La pandemia continúa, siguen avanzando los contagiados y los fallecidos en todo el mundo; y de hecho se han registrado records de contagiados y fallecidos a nivel mundial. La segunda ola (o tercera en algunos casos) de la pandemia ha sido más grande que la primera en la mayoría de los países, afectando los sistemas de salud de ciudades como Londres, Los Ángeles y la Ciudad de México, donde están cerca del colapso hospitalario. Este crecimiento se ha dado particularmente en Europa donde se promediaron casi 5.6 millones de casos semanales a finales del otoño; mientras que ahora la dinámica de contagios tiene más presencia en América con casi 5.5 millones a la semana. Lo preocupante es que las tendencias en todas las regiones son al alza.

En América Latina, son Brasil (405 mil casos a la semana), Colombia (129 mil casos a la semana), y México (100 mil casos a la semana) los que están alimentando el número de casos; sin embargo, las tendencias de todos los países son crecientes, producto de las festividades de fin de año y el rompimiento de los protocolos, particularmente el distanciamiento social.

Gráfica 1. Evolución de los casos positivos de COVID-19 por región

Fuente: Cálculos propios con datos de la C.D.C. del gobierno de Estados Unidos.

Gráfica 2. Evolución de los casos positivos de COVID-19 en América Latina.

Fuente: Cálculos propios con datos de la C.D.C. del gobierno de Estados Unidos.

Volvieron las restricciones, producto de estas dinámicas epidemiológicas y una variante del virus que al parecer tiene mayor facilidad de propagación, los países se  han vuelto a poner en cuarentena, volvieron los cierres de fronteras, se colocan filtros a la entrada de los viajeros, y continúan las restricciones a la movilidad de las personas que vimos en el 2020. Cuantitativamente esto se refleja en la movilidad de las personas, donde en cada región se ve una disminución importante en la movilidad, particularmente en Europa donde se regresó a los niveles de mayo del 2020, y a la fecha de hoy es la región con la mayor caída en la movilidad de las personas; al día de hoy, América es la segunda región con la menor movilidad de las personas, aunque lejos de los niveles de Europa.

En América Latina, Colombia es el país con la mayor movilidad, de hecho, superior a los niveles previos a la pandemia; mientras que Panamá es el país con la menor movilidad de América Latina. En Centroamérica, Nicaragua, Honduras y Guatemala son los que a la fecha tienen mayor movilidad, seguidos por El Salvador y Costa Rica, todos ellos con niveles de movilidad inferior a los vistos antes de marzo del 2020.

Gráfica 3. Movilidad de las personas por región

Fuente: Cálculos propios con datos de movilidad de Facebook.

Gráfica 4. Movilidad de las personas por países seleccionados de América Latina

Fuente: Cálculos propios con datos de movilidad de Facebook.

Y aunque ya hay países vacunando a sus poblaciones más vulnerables, el avance ha sido más lento de lo esperado, y el flujo de las vacunas ha llegado a cuentagotas. Al momento de escribir este texto, en América Latina sólo Argentina, Chile, México y Costa Rica han iniciado sus procesos de vacunación; y aunque la mayoría de los países de la región contempla terminar su vacunación dentro de los primeros ocho meses del año, las tendencias y experiencias vistas en otros países con mayores recursos, apuntan a que esos cronogramas no son realistas.

Por supuesto, lo sanitario afecta lo económico, y aunque las expectativas de crecimiento que publicó el Banco Mundial para el mundo son positivas con un crecimiento económico de 4% a nivel mundial y del 3.7% para América Latina, no sería sorpresa que se reajustaran a la baja esas estimaciones de acuerdo a las condiciones epidemiológicas anteriormente mencionadas, golpeando aún más a una región que en el 2020 tuvo una caída del -6.9% en el producto interno bruto y con fuertes aumentos en el desempleo  y la pobreza.

Así que como se puede ver, los primeros 20 días del 2021 han sido muy intensos, en el despertar del año nuevo nos dimos cuenta de que el COVID-19 sigue entre nosotros, pero que ahora estamos en una sociedad cansada de la pandemia y sus medidas, con economías debilitadas, y gobiernos e instituciones desgastadas, aumentando nuestra vulnerabilidad.

 

Pareciera que hablamos de recuperación económica de forma prematura, durante el ojo del huracán del COVID-19, cuando todavía faltaba la otra parte de la tormenta. Quizás hoy deberíamos de enfocarnos otra vez en seguir adaptándonos a la ya nada nueva normalidad, para minimizar las pérdidas económicas y sociales; ajustar nuestras medidas para que no se deterioren más ni el contrato social ni nuestra capacidad productiva, por que los vamos a necesitar para cumplir el objetivo principal del 2021, la vacunación masiva.

Y es que sólo los países realmente robustos en su contrato social (transparentes, incluyentes, con entornos seguros, en contextos de baja corrupción, con alta confianza institucional, y capacidad de alianzas multisectoriales); junto con estructuras productivas sólidas y resilientes (fuerte capacidad organizativa y logística, capaces de innovar y adaptarse a las circunstancias, con recursos humanos, económicos y técnicos de rápida implementación) serán los que logren cumplir con los planes de vacunación, condición suficiente para realmente decir que la pandemia acabó, y condición necesaria para hablar de una recuperación económica y social después de la tragedia.