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Desarrollar un plan de clase que motive el aprendizaje

11 de Octubre 2021
Prof. John Ickis

No. 4, octubre 2021. “Debes intentar enseñar un caso sin haberlo leído,” aconsejó un colega de gran experiencia en el aula. “Pero solo una vez,” agregó, sonriendo. Pensé que estaba bromeando. Años después, por circunstancias fuera de mi control, me encontré en esa situación. Comencé la clase con una pregunta general, y nunca jamás había prestado tanta atención a las palabras de respuesta. Aprendí a escuchar. Pero el colega tenía razón, una vez es suficiente: es mejor desarrollar un plan de clase sólido, impulsado por objetivos y que motive el aprendizaje.

En el último número de Quemarropa, se enfocó en los objetivos de aprendizaje como primer paso en desarrollar este plan. Queda la pregunta, ¿cuáles son los pasos siguientes, para alcanzar estos objetivos?

Comienzo decidiendo cuáles son los pastures o campos dónde los estudiantes deben alimentarse con los pastos de información sobre cada tema, cuyo análisis es esencial para alcanzar los objetivos de aprendizaje. Generalmente no son menos de cuatro ni más de siete campos, cada uno de los cuales puede durar entre cinco y veinte de minutos para una clase presencial (algo menos en la enseñanza remota) siguiendo una secuencia lógica de la toma de decisiones—encontrando el problema, fijando prioridades, identificando y analizando las alternativas y seleccionando la mejor. Si decido arrancar la sesión a quemarropa, la secuencia comienza al revés, con la decisión.

El siguiente paso es formular las preguntas gatillo (trigger questions), que se llaman así porque sirven para disparar cada campo de discusión. Los campos deben tener objetivos específicos relacionado con los objetivos de aprendizaje y ojalá un mensaje que tenga utilidad práctica para quienes hayan escogido una carrera gerencial.

Tercero, trato de adivinar ¿cuáles serán las posibles respuestas de los estudiantes a cada pregunta gatillo? Y ¿qué hacer ante cada respuesta? ¿Comentar o seguir preguntando a la misma estudiante, llamar a otro estudiante, con la misma u otra pregunta? ¿de qué tipo? ¿Abierto? En busca de información? Desafiante o de acción? Sobre prioridades? Las combinaciones son casi infinitas y la decisión debe tomarse en nanosegundos. Busco la variedad en las preguntas, evitando preguntas repetidas como “¿Y qué más?” (que frecuentemente escucho cuando colegas me piden observar sus clases).

Nada aburre más al estudiante que la monotonía, que se puede romper variando el nivel de abstracción y el grado de tensión, con preguntas tan abstractas como “¿Cuáles estándares de desempeño son apropiados para gerentes bancarios?” y tan directos como “¿Debe este gerente perder su empleo? Hay que buscar oportunidades de debate, reflexión y descubrimiento en cada campo.

El cuarto paso es diseñar las transiciones entre un campo y otro para que la discusión fluya y que los estudiantes pue estamos en un debate adversarial; es un proceso de la solución de una situación problemática compleja.

Finalmente, hay que cerrar la clase, recordando el dictum que all's well that ends well. Y lo que termina mal puede borrar todo lo que ha ido bien en los primeros setenta minutos de clase. Este tema lo veremos en el siguiente número.