En los meses últimos de su mandato presidencial, en una conferencia en Carnegie Mellon, Barack Obama se permitió finalizar con uno de esos momentos de sinceridad con un auditorio, de intimidad con las personas que gobernó durante ocho años y de un punto justo de acidez para rechazar algunas de las críticas que se le hacían a su gestión. Quería decir que una cosa es ser CEO de una corporación y otra muy distinta es ser presidente de un país completo, al menos en un sistema de democracia.